Subiendo la escalera que conduce a las habitaciones de la hospedería, sobre una fotografía en blanco y negro que plasma una vieja casa medio en ruínas, puede leerse: «tú eres un don para los demás». Sencillo. Contundente. Pero te invita a pensar y a reconsiderar muchas de las cosas que forman parte de tu vida.

Acogida, atención personal... Parece que tanto los monjes como las monjas no tengan nada que hacer. Cuando llegas, te reciben y te dedican el tiempo que sea necesario: son un don de Dios para los demás, o al menos quieren serlo.

No importa quien seas, ni lo que te ocurre. Te reciben de todas formas y tratan de compartir aquello que pueda solucionar las múltiples pobrezas y heridas interiores que tenga quien quiera que llegue.

Solamente cuando se hace tangible la presencia de Dios por el Amor, cada hombre y cada mujer experimentan ser acogidos por el Padre, que los recibe en el Monasterio para entregarles un Amor que les lleve a la Vida.